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Arte Rupestre: un enorme patrimonio ver mapa

Como si se tratara de un enorme palimpsesto, la provincia de Neuquén asienta su geografía sobre mensajes ocultos para la civilización contemporánea o a espaldas de ella. Ignorante de su propio pasado, contiene sin saberlo un patrimonio artístico precolombino de valor cultural inestimable.

Si se observa el mapa de la provincia con los yacimientos relevados por Jorge Fernández ("Corpus de arte prehistórico neuquino", Revista del Museo Provincial, Neuquén, 1974), se advierten marcas y más marcas que señalan un total de 77 sitios notables de obras de arte rupestre en Neuquén. Las marcas forman un dibujo de puntos que se concentran en el norte y oeste con mayor densidad y, a pesar de estar notablemente poblado, también se encuentran al sur de la Cordillera de los Andes más de una docena de localizaciones de pinturas.

Pero son más que puntos en un mapa. Hace 9000 años, desconocidos artistas tallaron y pintaron la piedra en la intimidad de escenarios cordilleranos magníficos, arropados en las creencias de sus dioses y sus mitos, con el saber aprendido de sus mayores.

Aquellos antiguos antepasados han legado a la posteridad una obra artística que en Neuquén representa cientos de bloques totalmente grabados o pintados en yacimientos cuyos hallazgos recién se empiezan a producirse científicamente.

Algunos de los primeros trabajos de valoración sistemática fueron realizados por el estudioso neuquino Gregorio Alvarez, quien advirtió que estas obras indígenas contienen un aspecto figurativo y otro espiritual y que expresan, respectivamente, "su sentir íntimo, religioso, mitológico y social" y por otro son la extensión de un lenguaje a través de narraciones de cuentos, leyendas, canto y poesía.

"Algunos de los motivos, sobre todo los rectilíneos, pueden ser reproducidos en los tejidos indígenas, que hasta hoy ejecutan las indias pehuenches", escribió Alvarez, atribuyendo a manos femeninas los sorprendentes trabajos en las piedras.

Pintura realizada con pigmentos naturales.

Grabadas por percusión (petroglifos) o pintadas con pigmentos obtenidos de sustancias naturales (pictografías) son piezas en su mayor parte de arte abstracto que organizan el espacio y las formas de modo que puede postularse una gran complejidad de pensamiento y un avanzado estadio cultural.

Los autores de estas obras conocían de simetría, de proporción y de proyecciones especulares que se repiten en guardas tanto pintadas como grabadas. Algunos motivos figurativos pueden identificarse con huellas de animales como guanacos, felinos o avestruces.

Muchas de las obras que crearon permanecen hoy, al cabo de miles de años, expuestas a la intemperie como en el sitio de Colomichicó, al noroeste de la provincia, y la calidad de las técnicas y los elementos empleados les permitieron sobrevivir al paso del tiempo y a los efectos de la humedad, el viento y el sol.

El interés por la producción artística precolombina de esta parte del continente americano es reciente. A partir de los primeros años del siglo XX comenzaron los primeros análisis estéticos de obras argentinas, principalmente del noroeste, Córdoba y Cuyo. Desde la década del ´50, los estudiosos se concentraron en áreas de Río Negro y Neuquén y recién en 1968 se definieron las bases metodológicas aptas para examinar estas manifestaciones artísticas en forma sistemática.

Fue en 1950 cuando Juan Schobinger, arqueólogo de la Universidad Nacional de Cuyo, consideró el patrimonio de Neuquén y lo asoció a los trazos de un simbolismo rudimentario que también se observan en otras obras de la reserva rupestre patagónica.

Un equipo académico de la Universidad Nacional del Comahue, dependiente del área de Recursos Naturales de la facultad de Turismo, investigó, registró y valoró estéticamente obras relevadas en los sitios de Colomichicó, Chacay y Chaquiras e hizo una propuesta de uso turístico para la reserva arqueológica de la estancia Haichol, ubicada a 35 kilómetros de Las Lajas.

La iniciativa es completísima y consiste en todo tipo de recomendaciones y medidas tendientes a valorizar el lugar, donde se registraron evidencias humanas de aproximádamente el año 7.700 A.C., de modo que pueda recibir visitantes en condiciones adecuadas.

Los docentes e investigadores autores del proyecto informaron que en el sitio fue recogido casi un millar de piezas, de obsidiana en su mayoría, y explicaron el valor de estas extraordinarias reservas arqueológicas:

"este arte nos pone frente a una parte del mundo espiritual y sentido estético de nuestros antepasados, y por ende es un rasgo de nuestra identidad regional".

Por Mónica Reynoso