Ushuaia, y sobre todo su entorno natural, pide a gritos ser observado desde el aire, si es que el día lo permite. En jornadas de cielo despejado, no hay como subirse a las varias avionetas que parten desde la pista del aeroclub local y efectuar un sobrevuelo, de duración variable, dependiendo de las ganas y la disponibilidad. Las montañas oxidadas de otoño, con sus lagunitas de altura y sus escondidos glaciares merecen el gasto.
Hay, por supuesto, la posibilidad de ir por tierra hasta el Parque Nacional, yendo por la ruta flanqueada por bosque cerrado, hasta su extremo austral, la bahía Lapataia. En bus convencional, el paseo dura unas cuatro horas. También puede hacerse otra visita tradicional, cruzando la cordillera al lago Escondido (5 horas) o al Fagnano (7 horas). En cualquier caso, hay paradas "obligadas" que valen la pena, como los llamados "centros invernales", paradores que son todos distintos entre sí y donde suele servirse cordero patagónico al asador, guisos y otras comidas locales.
Puede el visitante ir por su cuenta a tales sitios (en combis regulares), para conocer de primera mano a sus fundadores, todos ellos personajes como el héroe polar argentino Gustavo Giró, en "Tierra Mayor", el personal Mono Lovece, de "Las Cotorras", o el Gato Curuchet, incansable promotor de las carreras de trineos de perros, de "Altos del Valle". Hay otros centros, como Haruwen, también atendido por su dueño, Damián Muriel, joven vástago de una familia de pioneros fueguinos.
La época es ideal para visitar estos paradores, porque puede presenciarse los preparativos para el invierno, el entrenamiento de los perros huskie, el armado de los trineos, entre otros atractivos.
Otro modo de recorrer los alrededores de Ushuaia y parte del Parque Nacional es tomar el Tren del Fin del Mundo, llamado en realidad "Ferrocarril Austral Fueguino". Las vías, de trocha angosta, corren por la traza que dejaron los presidiarios-leñadores de la célebre cárcel de Tierra del Fuego. En el recorrido, el convoy tirado generalmente por una locomotora a vapor pasa por bosques talados en aquella época, mientras el guía -que es el jefe de estación- narra la historia humana y natural de Ushuaia en todos sus detalles.
El trencito parece de juguete y responde a un proyecto más ambicioso, que acaso haga llegar el tendido férreo hasta el mismo centro de la capital fueguina, como era alguna vez, en la primera mitad del siglo XX. Por ahora, hay sólo dos puntos de parada: la Estación del Fin del Mundo -que es la principal, con talleres ferroviarios y confitería- y la Estación Parque.
Un paseo a la vez terrestre y aéreo es el de la aerosilla del Glaciar Martial, que funciona todos los días de 10 a 19 horas. Permite la mejor vista panorámica de la ciudad, del canal que la rodea y de las islas e islotes cercanos. Además, siguiendo una huella es posible acceder caminando, tras una hora o dos, hasta la base misma del glaciar que corona la ciudad. Si el día está despejado, será casi como estar volando.
Como ésta, las propuestas de caminatas por las montañas de Ushuaia son muchas, y dependen del estado físico y del tiempo que pueda dedicar cada uno. En todos los casos, se recomienda contratar guías locales, en especial en esta época del año, cuando extraviarse en el bosque puede significar pasar la noche a la intemperie, ya con temperaturas bajo cero y posibilidades de nevadas nocturnas. Hay también ascensos a los cerros más salientes, como el Alvear (10 horas), aunque en tales servicios se requiere de algunos conocimientos básicos de andinismo.
El otoño presenta la opción de realizar las últimas cabalgatas antes de la nieve. Un circuito recorre la zona del río Pipo (3 horas) y otro sube a las laderas del monte Susana, pero hay libertad de sugerirle a los baqueanos un paseo diferente.
Quienes prefieran las bicicletas, pueden contratar paseos programados (Parque Nacional, 8 horas de duración) o alquilar una bici.
Desde no hace mucho, se ofrece un servicio de paseos en vehículos 4x4, hacia puntos de interés geográfico o natural. Un circuito va a los lagos Escondido y Fagnano, para luego visitar el cerro Shenoish y el lago Yehuin. Otro está dedicado al avistaje de castores, animales que son objeto de controversia a nivel local. Unos quieren exterminarlos, mientras que otros los protegen. Es que este roedor, introducido hace medio siglo para dar inicio a una industria peletera local, está destruyendo el bosque nativo con sus diques, pero en contrapartida resulta una fuerte atracción para el turista.