Un proyecto en General Roca, Río Negro, intenta sacar de a poco a los chicos de la calle de ese ámbito. Se trata de no sólo darles refugio y comida, sino también de darles herramientas para insertarse de forma diferente a la sociedad. Así, los chicos tienen la posibilidad de capacitarse, trabajar en huertas, estudiar y aprender disciplina horaria, entre otras cosas, con resultados muy alentadores: la mayoría de los adictos, delincuentes y marginales ha logrado dejar su adicción, desechar las conductas delictivas y buscar un trabajo estable, respectivamente.
El proyecto se lleva adelante gracias a un grupo de distintas organizaciones:
A continuación, y a través de los siguientes subtítulos, un detalle del proyecto que trabaja con un grupo de alrededor de 100 niños, adolescentes y jóvenes.
En procura de desarrollar alternativas de contención y promoción social de los chicos en situación de calle, se ha logrado un trabajo permanente, en los distintos lugares donde los chicos se reúnen. Diariamente un grupo de voluntarios los asiste con alimentos (merienda o cena) y van construyendo la base afectiva y vincular necesaria para poder luego poner en práctica la estrategia más adecuada para cada caso.
Se toma contacto con otras instituciones que han intervenido en la situación familiar. En aquellos casos que es posible, se intenta reforzar el vínculo sociofamiliar existente. Se realizan propuestas recreativas, se los asesora legalmente y en conflictos con la policía. Además de la presencia sostenida de los operadores de calle, se cuenta con un grupo de familias que elaboran en sus domicilios los alimentos para la cena en la calle. A partir del proceso vivido se ha logrado una mayor apertura al diálogo y un reconocimiento a la tarea de parte de la policía de Río Negro.
En la casa refugio viven entre 8 y 10 jóvenes y un número mayor concurre durante el día (desde el almuerzo hasta la cena). Es el fin de una etapa con cada beneficiario (trabajo solamente en la calle) y el comienzo de una nueva etapa. Es requisito básico el pedido personal y la aceptación de iniciar un proceso de cambio y crecimiento personal. Se trabaja a partir de una experiencia grupal participativa, donde 9 educadores y un equipo técnico acompañan y motivan el desarrollo de los objetivos pedagógicos propuestos, pero los protagonistas son los mismos beneficiarios.
Los logros más importantes tienen que ver con la adquisición de hábitos para el desarrollo de la vida cotidiana, la apropiación y el cuidado del espacio (para ellos la Casa Refugio es "la Casita"), el crecimiento en las actitudes de autocuidado y la participación cotidiana en la organización de la Casa (cocina, limpieza, lavado de la ropa, etc.). Otro logro importante es la posibilidad de estructurar el día con horarios y actividades (apoyo escolar, talleres de cerámica y artesanías, trabajo en la huerta, entrenamiento deportivo, etc.).
El 65 % de los jóvenes atendidos que vivieron en el refugio han salido del estado de vulnerabilidad en el que se encontraban y están encaminados en su propio proyecto de vida (han accedido a su vivienda propia, o viven con sus padres o suegros y en general tienen trabajo estable). El 80% de los jóvenes que tenían conductas adictivas ha dejado de consumir. Igual porcentaje se ha logrado en aquellos que presentaban conductas delictivas. Del 35% restante, el 50% sigue en proceso de crecimiento.
El 1 de noviembre de 1998 se puso en funcionamiento la Panadería Ninquihue, a partir de gestiones realizadas y ayudas recibidas de Caritas Nacional y de la Congregación Marianista de Argentina.