El viento siempre fue un condimento activo en los vuelos patagónicos. Y más en la zona de Comodoro Rivadavia. La peculiar geografía del Chubut, con sus mesetas y cañadones, "entuban" el viento del oeste y lo dirigen hacia el mar con puerto de salida en esta ciudad.
Camila de Simonato, pionera de Comodoro, suele rememorar esos días, a principios de siglo, cuando los pioneros de la aviación patagónica tenían que vérselas con furiosas ráfagas de viento.
"El día que los agarraba, bajaban verdes, descompuestos, muertos de frío... era tan cruel... una vez Saint Exupery estuvo horas sobre el infiernillo sin poder avanzar para ir a aterrizar... el viento lo tenía a galope...".
El viento no permitía avanzar a los aviones y los mantenía suspendidos en el aire, inmóviles. Y aunque parezca una exageración, otros testimonios dan sustento a la imagen. El fallecido periodista y escritor comodorense, Asencio Abeijón, en su libro "Caminos y rastrilladas borrosas" cuenta historias semejantes a la de Doña Camila.
En un avión contra el viento, relata que en diciembre de 1930 los pobladores de la ciudad elevaron sus ojos al cielo y presenciaron un espectáculo sin igual.
"Como clavado contra las nubes, a unos mil metros de altura, estaba el 'aeroplano', fijo en el mismo lugar, asemejando a un cóndor cuando desde el aire acecha su presa sobre la tierra. Con el motor al máximo de sus revoluciones, se batía contra el vendaval sin poder avanzar, balanceándose ligeramente hacia un costado y el otro, y elevándose también en balanceo de nariz o de cola. Por momentos, ante alguna fugaz disminución de las ráfagas, avanzaba en una especie de salto para, de inmediato, quedar nuevametne detenido y hasta retroceder ante el empuje del ventarrón. Se lo notó como queriendo maniobrar hacia el oeste y dar vuelta dirigiéndose nuevamente a la pista de aterrizaje... el piloto Domingo Yrigoyen pretendía efectuar maniobras como para que el vendaval lo llevara hacia la pista... hasta que se lo vio perderse lentamente detrás de la cordonada del cerro Chenque... La voz de 'el viento se lleva al aeroplano con cuatro pasajeros', corrió de boca en boca... el avión (un Late 26), como un cangrejo en el aire, efectuaba maniobras como para lograr la posición más conveniente para aterrizar... daba la impresión de que en cualquier momento el piloto perdería el control y el viento arrastraría la máquina y daría con ella en tierra, como un barrilete sin cola...".
El corolario de la historia fue el aterrizaje forzoso de la máquina, con un saldo de un muerto y un herido leve. La hélice, antes de clavarse en tierra, alcanzó a uno de los pasajeros en su pierna. El infortunado viajero falleció desangrado antes de llegar al hospital.