Quizás en pocos lugares en el mundo, las cuatro estaciones estén tan marcadas por colores como en Bariloche, ubicada a los pies de la Cordillera de los Andes Patagónicos.
Como lo haría un pintor con su paleta, así la naturaleza expresa el paso del tiempo. En verano, el azul del lago Nahuel Huapi, la amplia gama de verdes de los bosques y el tono multicolor de las flores silvestres relucen en las tardes calurosas.
Cuando llega el otoño, en cambio, los álamos adquieren la tonalidad del sol, y las lengas enrojecidas se entremezclan con los colores intensos de los árboles autóctonos. Ya en invierno, el blanco despliega su inmenso poder y la silenciosa nieve transforma el paisaje. Ante la cercanía de la primavera, rojos tulipanes y amarillas retamas anuncian la llegada de todas las flores con su sinfonía de olores que invaden los caminos.
Pero Bariloche no es solo un manantial de vistas panorámicas y un encuentro constante con la belleza natural, también es un crisol de razas y culturas lejanas. Curiosamente hasta en su nombre se combinan la influencia de las comunidades originarias y la alemana. Los primeros pobladores fueron los mapuche Nasario Lefipán y su esposa; y donde está emplazado el Centro Cívico, funcionaba en 1895 una tienda de ramos generales denominada La Alemana de Carlos Wiederhold. Dicen que por un error en la correspondencia de este comerciante alemán alguien en vez de "Don Carlos" escribió San Carlos y Bariloche proviene de la palabra Vuriloche, denominación de una de las comunidades originarias de esta zona.
Al principio ésta era una región dedicada a la explotación agrícola hasta que empezó a ser visitada por turistas atraídos por sus paisajes y el esquí, cambiando el rumbo del desarrollo económico de todo el pueblo. Tiempo atrás, cuando la ciudad no era tan grande como lo es en la actuualidad, la calle Mitre era de tierra y se bajaba esquiando desde el Cerro Otto, como cuentan los antiguos montañeses, pioneros de la localidad. La mayoría de los habitantes actuales descienden de pobladores extranjeros de diferentes lugares, suizos, alemanes, austríacos e italianos entre otros que llegaron de Europa a establecerse en estas tierras. Y aquí se quedaron trasladando sus costumbres y dando origen a los productos regionales que caracterizan la región.
Tal es el caso de los Goye que llegaron desde Suiza y se instalaron a orillas del lago Moreno conformando la "Colonia Suiza Argentina". Y dentro de los muchos alemanes que llegaron, también vinieron algunos nazis que con identidades cambiadas pretendieron silenciar su pasado. Así vivieron durante años, hasta que poco a poco entidades internacionales los fueron descubriendo. Ya en el libro "El pintor de la Suiza argentina" sobre el pintor Tom Maes, su autor, Esteban Buch, brinda indicios que revelan la presencia de nazis en la ciudad.
Pero sin duda, el caso más relevante fue el de Eric Priebke, descubierto por la BBC de Londres en 1994. La reacción de una parte de la sociedad barilochense que se manifestó a favor del "buen vecino" de la colonia alemana, ocasionó que Bariloche fuese considerada como un pueblo pro-nazi en el resto del país y en el mundo. Una imagen que se creó a partir de la actitud de una minoría pero que sin embargo sirvió para mostrar la fragilidad de una sociedad cuando se encuentra dividida.
Actualmente, Bariloche es una activa ciudad de 110 mil personas, de increíble belleza natural, obsesivo respeto por el conservacionismo y uno de los centros turísticos de mayor importancia dentro de la república Argentina, visitado por viajantes nacionales y extranjeros.
Su economía es básicamente el turismo y todas las actividades que de él se desprenden como, por ejemplo, la fabricación de exquisitos chocolates que son comercializados en todo el mundo y actúan como un signo distintivo de esta ciudad; y el reconocido Centro Internacional de Esquí Cerro Catedral.
Como se ve, Bariloche se ha convertido en una de las principales ciudades de la Patagonia, pero aún conserva la idiosincrasia de un pueblo de montaña. Todavía en sus calles se respira aire puro y el lago nos confronta con la inmensidad desde cualquier punto de la ciudad. Caminar por los senderos de los bosques sigue siendo una maravillosa experiencia para estar a solas con uno mismo y en armonía con la naturaleza, lejos del estrés y la contaminación de las grandes ciudades.