Cada vez más personas eligen el campamentismo para disfrutar de unos reparadores días en el corazón mismo de la misteriosa naturaleza.
En otros tiempos, la carpa y la mochila quedaban reservados a los que no juntaban más que unos pocos pesos para pagar el pasaje de ida y vuelta.
Pero hoy la modalidad de cargar con el hospedaje se ha extendido y casi hasta puesto de moda. El placer que significa ser dueño del tiempo y del espacio, dormir en contacto con el suelo agreste (y algunas alimañas, ¿por qué no?), y poder despojarse de la rutina convencional de una casa, tienta a los jóvenes de bolsillos magros, a las familias con espíritu aventurero y a todas las clases sociales por igual.
Armar la carpa y desplegar una artillería de utensilios plegables y ultraprácticos dejó de ser símbolo de austeridad para transformarse en un sinónimo de libertad y deleite.
La inmensa extensión patagónica depara lugares paradisíacos donde acampar y tonificar la psiquis para seguir soportando la "realidad" diaria. San Martín de Los Andes, Bariloche, Villa La Angostura, Junín de Los Andes, Villa Pehuenia, El Bolsón; cada ciudad con sus encantos.
Los campamentistas, más allá de buscar el suelo agreste, utilizan en gran medida los sitios organizados a tales efectos, donde los camping cuentan con sanitarios, instalaciones de proveeduría, teléfonos públicos, centro de salud y espacios para el deporte y la recreación.
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