Hay una costumbre muy extendida entre los pescadores según la cual cada nuevo aprendiz recibe de alguien más experimentado algo que este haya utilizado a la hora de pescar, convirtiéndose en una suerte de padrino. Todos en mayor o menor medida son "ahijados" de alguien. Todos tuvieron algún padre, abuelo o amigo afecto a la pesca que los introdujo en esta actividad.
Así lo demuestran las historias de Gastón Jorgensen, Pichón Fieg, Victor Brión y Marcelo verdaderos "amantes de la pesca". Se les nota. En el caso de Gastón, descubrió la pesca hace unos pocos años gracias a un amigo: "un cordobés loco y muy molesto me llevo de prepo y me encantó, me gustó mucho". Desde ese día Gastón aprovecha el inicio y el fin de la temporada como momentos claves para disfrutar de la pesca. Lo de Pichón Fieg es bien distinto. Empezó a pescar cuando era "pibe por causa de mi abuelo que era muy afecto a esto". A los 50 años Fieg, casado y con dos hijos sigue practicando aquello que aprendió de su abuelo.
A Victor Brión, odontólogo de 52 años y a Marcelo, un policía que prefiere no dar su apellido, los une por un lado el hecho de pescar hace más de veinte años y por otro el de ser aficionados a la pesca con mosca.
Hay algo que se apresuran en aclarar. Lo repiten y lo vuelven a aclarar: ellos cuidan el medio ambiente, a tal punto que como dice Gastón:
"le enseñaría a mis hijos más que a pescar, a cuidar la naturaleza. Gracias a esto aprendí muchas cosas relacionadas con el cuidado de nuestro medio ambiente". Agrega Marcelo "el contacto con la naturaleza es impagable. Estar en lugares dónde todavía se respira aire puro, donde podés tomar agua del río es magnífico". Un poco más serio continúa: "La conciencia ecológica que crea el pescar con mosca lleva a querer que nuestros hijos tengan la misma oportunidad. Nosotros peleamos para conservar y hacer conservar este tipo de lugares". Y ya casi al borde del discurso solemne, Fieg rescata una cita de un experto en pesca y discursos para la posteridad: "Los pesqueros patagonicos de truchas son un tesoro mundial. Son la herencia de cada niño argentino, y el futuro de esta herencia descansa en vuestras manos. No deberán fallarles".
Ese es su compromiso y está lejos de parecer una postura. Y si lo fuera no sería tan grave, ya que los mismos pescadores aceptan que ellos antes que a pescar, primero aprenden a exagerar.
Si hay algo que llama la atención últimamente para los que no son conocedores del tema es que al lado de la palabra pesca aparece el adjetivo de "deportiva". Esto implica, entre otras cosas, que es una actividad reglamentada, que se practica solo en temporada (noviembre-abril) y que en casi la mayoria de los lugares es obligatorio devolver la pieza al agua. Según Brion,
"tenemos una reglamentación de pesca que podemos considerarla buena. Lo que pasa es que no se cumple. Imaginate que pasaría si los cientos de personas que salen a pescar por semana se llevan las piezas", y agrega "los ríos del mundo que mantienen su pesca, es pesca y devuelva y, hacen respetar la temporada."
Esto no es arbitrario, responde a la necesidad de preservar el recurso permitiendo a los peces desarrollar sin alteraciones su ciclo reproductivo durante el invierno.
"La pesca por razones económicas está fomentada en todo el mundo" explica Pichón Fieg y agrega "no así la devolución. A difundir esta práctica ayudó la pesca con mosca". En la misma línea dice Marcelo que "se asume un compromiso con tomar todas las precauciones posibles- mosca sin rebaba, uso de guantes, waders-para que el animal vuelva a su ambiente lo menos lastimado y estresado posible."
Por ser una actividad deportiva, la pesca implica una competencia o como prefieren ellos una confrontación con la naturaleza, con el pez. Aunque lo triste es si te gana el pez, exclaman. Tienen razón. Sobre todo teniendo en cuenta lo desparejo de la situación. Por esas cosas de la publicidad, la pasión se asocia con el fútbol, el básquet y hasta con los cigarrillos, pero nunca con la pesca.
Los pescadores son por esencia tranquilos, reposados, hasta casi inofensivos. Esa es la frontera entre un bostero y un mosquero. Aunque la pasión sea la misma. El que mejor lo expresa o el único que se hace cargo es Marcelo:
"La pesca es un sentimiento. Al punto de dejar todo para ir a pescar, incluso responsabilidades; o hacer 800 km para ir a pescar sólo seis horas". Suena convencido, quiere convencer: "el pescador se banca todo con tal de pescar e ir a hacer lo que le gusta".
A esta altura la pesca dejó de ser deportiva y pasa a ser hedonista. La pregunta surge sola, y esta vez todos coinciden
"¿qué me da la pesca?. Fundamentalmente, desconexión de todo, del mundo, de los problemas, de lo que estas haciendo en ese momento. La única consigna es disfrutar a full", Y lo hacen. "La pesca me da paz, tranquilidad, alegría por ver que te superas solo en ese momento", el que habla es Gastón, "pero la pesca no sólo pasa por pescar, sino por disfrutar el momento, el asado con los amigos, pasarla bien". Y ese es otro punto que los caracteriza: la camaradería. La mayoría pesca en grupo. De más o menos personas, pero muy pocas veces salen sólos.
"No revelar nunca, bajo ninguna circunstancia, el lugar en el que pescan" es otra de las características de estos pescadores. Puede considerarse un triunfo que lleguen a recomendar un buen pesquero, y si lo hacen, es porque seguramente no es ese su lugar preferido. Queda bien claro que la camaradería tiene un límite. Algunos, cómo Gastón, tienen cábalas:
"hago la apertura en Traful porque ahí saqué mis primeras dos truchas. Todos los años empiezo en el mismo lugar, es cómo una cábala".
Otros, como Marcelo, son obsesivamente correctos: "mi compromiso va más allá de la pesca. Dejar limpio el lugar dónde estas es muy importante. Trato de no tirar ni un pedacito de tanza porque tarda años en desintegrarse. Me considero entre los que luchan para que los gomones con motor no entren al agua. Para mí el pez no tendría que ser ni pesado en una balanza".
Y todos son pacientes. Según Marcelo: "para ser pescador tenés que tener una cosa que es fundamental, que es la paciencia. Tenés que saber esperar, y te tiene que gustar demasiado lo que hacés. Especialmente" continúa explicando "cuando tenés esos días en que no pica nada".
Es bien claro. Depende de la actividad la pesca suele ser una virtud o un defecto. Para ellos es una obligación. Y así lo toman.
Las provincias patagónicas ofrecen excelentes posibilidades para que los amantes de la pesca puedan realizar esa actividad en un entorno paisajístico privilegiado. En verano, ríos y lagos son el marco natural ideal para la práctica de la pesca deportiva en sus tres modalidades: lanzamiento, arrastre y mosca. Siempre teniendo en cuenta que uno de los atractivos que ofrecen las aguas de esta región es la excelencia de las capturas.
Todos reconocen lo mismo. Fieg dice que:
"pescar una trucha arco iris es un enfrentamiento con un pez ágil, fuerte y muy atlético. Con el agregado del lugar, que es lindo por esencia, con ríos rápidos y con aguas cristalinas; todo esto sumado hace que pescar en la Patagonia sea una experiencia inolvidable". En la misma línea Gastón asegura que "el sur es un lugar fantástico para pescar. Y más en mi caso, que prefiero pescar en lagos más que en ríos. Por la sencilla razón de qué tenés una pesca directa con el pez". O como remata Marcelo "es uno de los pocos lugares en el que después de una hora de intentar, podés sacar un ejemplar de más casi ocho kilos de peso. A mí me pasó".
Cualquiera le creería pero los que pescan desconfían. Ellos mismos dicen que ser pescador, también implica ser un poco mentiroso. En el mundo de la pesca circula un chiste que puede servir para graficar esto: "Cierta vez a un pescador acostumbrado a exagerar, sus otros amigos pescadores le ataron las manos para que a la hora de contar el tamaño del pez que había capturado no mintiese. Cuando le llegó el turno, el hombre como no podía mostrar el tamaño del ejemplar porque, justamente, tenía las manos atadas, las abrió lo más que pudo y dijo: ¡No lo van a creer, pero pesqué una trucha que tenía los ojos así de grandes!"